A unas pocas cuadras de casa se encuentra el puerto de mi
ciudad.
Es un lugar que me atrae. Observar los barcos anclados,
el suave movimiento del mar, meciéndolos, me da mucha paz.
La semana pasada recorría una vez mas los muelles, cuando
de repente comenzó una tenue llovizna.
Era raro, ya que solo unos minutos antes el sol no daba
tregua en este verano sofocante.
Mire mas allá, adonde terminaba el puerto y se abría el
mediterráneo en todo su esplendor, y un espectacular arco iris se robó toda mi
atención.
-disculpe, sentí una voz cercana.
Esas palabras me trajeron de vuelta de mis pensamientos. Busqué
alrededor buscando esa voz y vi a un hombre de pie en un barco a unos pocos
metros de donde me encontraba. Era un hombre alto, con aire distinguido, pero
no parecía el típico capitán de barco.
-es a mí ?, pregunté.
-le gustaría ir?
Lo mire confundido.
-perdón, como dice?
-si quiere que lo lleve? Pregunto mientras quitaba una de
las amarras.
seguí mirándolo sin entender.
-Al arco iris, hombre, dijo señalándolo con la mano.
Mire al arco iris y luego mire al hombre esperando un
remate al chiste, pero seguía de pie mirándome fijo y señalando el cielo.
-conoce la leyenda del arco iris? Preguntó.
-pues claro, respondí, al final del arco iris espera un
gran tesoro.
-entonces no pierda mas tiempo y suba, que en un minuto
zarpamos, dijo quitando la última amarra y sosteniendo la pequeña pasarela.
Miré a ambos lados para asegurarme que no era una broma,
y sin pensarlo, di unos pasos y subi al barco.
Navegamos una media hora, en total silencio, con la proa
apuntando hacia el extremo derecho donde terminaba el arco iris, y para mi
sorpresa, nos acercábamos cada vez más.
De vez en cuando oía murmurar a aquel hombre, o tal vez
estaba cantando.
Un rato después llegamos a una pequeña isla, donde los
colores del arco iris se posaban en un bosque.
Amarró el barco a un destartalado muelle, bajó y caminó
hacia el bosque.
-sígame, ordenó.
Obediente, con muchísima curiosidad, lo seguí.
Nos detuvimos justo frente al denso bosque que estaba
cubierto por una espesa niebla.
Al acercarnos, la niebla se disipo, y pude ver más allá
de los árboles.
Pude distinguir la silueta de varios niños jugando a la
distancia en un prado lleno de flores, y pájaros, y un rio que serpenteaba
desde una montaña lejana.
Pero algo en ese grupo de niños atrajo mi mirada, y al
intentar acercarme, una fuerza invisible me impedía avanzar. No podía cruzar
ese límite.
Mi respiración se aceleró, y entonces pude verlo con
claridad.
Ahí estaba, riendo y chapoteando descalzo.
-Bauti !!, grite casi sin aliento.
-no puede oírte, dijo el hombre a mi lado.
Estaba tan cerca…
De pronto, Bauti comenzó a correr y se detuvo justo
delante mío. era evidente que no me
veía, pero, aun así, miraba en mi dirección.
-puede verme, sabe que estoy aquí?, pregunte desesperado.
-lo sabe, dijo el hombre, pero no puede verte.
Fije la mirada en él, en sus mejillas, en su sonrisa y
los hoyuelos que se le formaban.
Entonces Bauti pronuncio estas palabras; ¡estoy bien y te
amo…mucho!
Fue demasiado y llore ríos y mares y océanos.
No podía dejar de mirarlo, aunque volver a estar tan
cerca era doloroso.
-Está bien, ¿no?, pregunte dando media vuelta y mirando a
los ojos al hombre.
-Más de lo que te imaginas, respondió con una sonrisa.
Entonces Bauti se dio la vuelta y comenzó a correr hacia
donde lo esperaban los otros niños, pero se detuvo de golpe y regreso frente a mí.
Hizo como si me abrazara y cerrando los ojos, me tiro un
beso, agito la mano y volvió corriendo a donde estaban los demás.
En el camino de regreso al barco, el hombre puso su mano
sobre mi hombro y así regresamos, sin decir nada.
-gracias por llevarme hasta mi tesoro, dije al bajar del
barco.
El hombre hizo un gesto con la cabeza y señalo hacia la
proa.
No había prestado atención antes al nombre del barco, y no
pude evitar una sonrisa.
se llamaba ETERNIDAD.
Te amo…mucho
Papa