domingo, 29 de agosto de 2021

Tesoro

 


A unas pocas cuadras de casa se encuentra el puerto de mi ciudad.

Es un lugar que me atrae. Observar los barcos anclados, el suave movimiento del mar, meciéndolos, me da mucha paz.

La semana pasada recorría una vez mas los muelles, cuando de repente comenzó una tenue llovizna.

Era raro, ya que solo unos minutos antes el sol no daba tregua en este verano sofocante.

Mire mas allá, adonde terminaba el puerto y se abría el mediterráneo en todo su esplendor, y un espectacular arco iris se robó toda mi atención.

-disculpe, sentí una voz cercana.

Esas palabras me trajeron de vuelta de mis pensamientos. Busqué alrededor buscando esa voz y vi a un hombre de pie en un barco a unos pocos metros de donde me encontraba. Era un hombre alto, con aire distinguido, pero no parecía el típico capitán de barco.

-es a mí ?, pregunté.

-le gustaría ir?

Lo mire confundido.

-perdón, como dice?

-si quiere que lo lleve? Pregunto mientras quitaba una de las amarras.

seguí mirándolo sin entender.

-Al arco iris, hombre, dijo señalándolo con la mano.

Mire al arco iris y luego mire al hombre esperando un remate al chiste, pero seguía de pie mirándome fijo y señalando el cielo.

-conoce la leyenda del arco iris? Preguntó.

-pues claro, respondí, al final del arco iris espera un gran tesoro.

-entonces no pierda mas tiempo y suba, que en un minuto zarpamos, dijo quitando la última amarra y sosteniendo la pequeña pasarela.

Miré a ambos lados para asegurarme que no era una broma, y sin pensarlo, di unos pasos y subi al barco.

Navegamos una media hora, en total silencio, con la proa apuntando hacia el extremo derecho donde terminaba el arco iris, y para mi sorpresa, nos acercábamos cada vez más.

De vez en cuando oía murmurar a aquel hombre, o tal vez estaba cantando.

Un rato después llegamos a una pequeña isla, donde los colores del arco iris se posaban en un bosque.

Amarró el barco a un destartalado muelle, bajó y caminó hacia el bosque.

-sígame, ordenó.

Obediente, con muchísima curiosidad, lo seguí.

Nos detuvimos justo frente al denso bosque que estaba cubierto por una espesa niebla.

Al acercarnos, la niebla se disipo, y pude ver más allá de los árboles.

Pude distinguir la silueta de varios niños jugando a la distancia en un prado lleno de flores, y pájaros, y un rio que serpenteaba desde una montaña lejana.

Pero algo en ese grupo de niños atrajo mi mirada, y al intentar acercarme, una fuerza invisible me impedía avanzar. No podía cruzar ese límite.

Mi respiración se aceleró, y entonces pude verlo con claridad.

Ahí estaba, riendo y chapoteando descalzo.

-Bauti !!, grite casi sin aliento.

-no puede oírte, dijo el hombre a mi lado.

Estaba tan cerca…

De pronto, Bauti comenzó a correr y se detuvo justo delante mío.  era evidente que no me veía, pero, aun así, miraba en mi dirección.

-puede verme, sabe que estoy aquí?, pregunte desesperado.

-lo sabe, dijo el hombre, pero no puede verte.

Fije la mirada en él, en sus mejillas, en su sonrisa y los hoyuelos que se le formaban.

Entonces Bauti pronuncio estas palabras; ¡estoy bien y te amo…mucho!

Fue demasiado y llore ríos y mares y océanos.

No podía dejar de mirarlo, aunque volver a estar tan cerca era doloroso.

-Está bien, ¿no?, pregunte dando media vuelta y mirando a los ojos al hombre.

-Más de lo que te imaginas, respondió con una sonrisa.

Entonces Bauti se dio la vuelta y comenzó a correr hacia donde lo esperaban los otros niños, pero se detuvo de golpe y regreso frente a mí.

Hizo como si me abrazara y cerrando los ojos, me tiro un beso, agito la mano y volvió corriendo a donde estaban los demás.

En el camino de regreso al barco, el hombre puso su mano sobre mi hombro y así regresamos, sin decir nada.

-gracias por llevarme hasta mi tesoro, dije al bajar del barco.

El hombre hizo un gesto con la cabeza y señalo hacia la proa.

No había prestado atención antes al nombre del barco, y no pude evitar una sonrisa.

se llamaba ETERNIDAD.

 

Te amo…mucho

Papa