Érase una vez un niño llamado bautista, el cual llego a
este mundo profundamente amado por su madre Karina, su Padre Eduardo y su
hermanita Camila, y por sus abuelos y tíos.
Tal fue el amor que recibió al nacer, que Bautista no
solo correspondía con más amor hacia su familia, sino que además lo hacia con
todas las personas que tenían el privilegio de compartir algún momento de su
vida.
Y es que este niño emanaba amor desde su alma misma.
Si solo bastaba con ver su contagiosa sonrisa, o ese
brillo tan especial en sus ojos, y hasta incluso el calor que desprendía su
cuerpo.
Bautista fue creciendo arropado en el amor que recibía y
brindaba a borbotones a diestra y siniestra.
Al cumplir sus siete años, su abuela cayo gravemente
enferma, y una noche la muerte en silencio la fue a buscar.
Pero en ese preciso momento, y mientras se llevaba a la
abuelita, de repente presto atención a ese hermoso niño que sollozaba en la
habitación contigua.
La mismísima muerte asomo la cabeza dentro de la
habitación, y en el instante en que sus ojos se encontraron, ella también se enamoró
de Bautista.
Durante un tiempo, en los ratos libres, lo visitaba a
escondidas y reía y disfrutaba con sus ocurrencias, para después seguir con su
ingrato trabajo.
Pero un día, Bautista también enfermó, y rodeado de tanto
amor, de inmediato se puso a luchar como un león para poder curarse.
Esto es lo que Dios tenia previsto, que un niño tan lleno
de amor debía tener una larga vida por delante, porque el mundo necesita muchos
Bautistas para poder ganarle la batalla al odio, al egoísmo y a la maldad.
Así fue entonces, y después de un año de tratamientos, cirugías
y hospitales, finalmente ese valiente niño guerrero lo había conseguido.
Pero unos días después, y justo en el instante en que
Dios se distrajo solo un segundo, la muerte se lo llevo consigo, dejando a toda
la gente a la que Bautista había conocido en su corta vida, totalmente
devastada.
-Porque estoy aquí? -pregunto el niño confundido.
-Porque aquí estarás feliz, y no estarás más enfermo –
dijo la muerte titubeando.
-Pero si ya estaba casi curado, murmuro casi sin aliento,
y, además, mira lo triste que están todos allí abajo -dijo con angustia.
La muerte miro a Bautista y al ver dentro de su alma de
repente se dio cuenta del terrible y despreciable acto de egoísmo que había
cometido, arrebatándolo furtivamente solo para poder tenerlo cerca y disfrutar así
del amor que ese niño regalaba incondicionalmente.
Al otro día la muerte fue a hablar con Dios hecha pedazos
por su inexplicable actitud.
-Qué quieres, ya se para que has venido -dijo con voz
firme el Creador.
-Lo siento, soy tan mala -dijo sollozando totalmente
arrepentida, -Pero tu eres Dios, y seguramente podrás arreglarlo, -Agrego
entusiasmada.
-No hay nada que pueda hacer, lo que has hecho no tiene
vuelta atrás, y ya te he dicho que no eres mala, solo haces tu trabajo, y es
muy importante ya que eres una parte esencial de la vida, -Y continuó -Pero
esta vez has sido muy egoísta.
La muerte buscaba una manera de poder cambiar las cosas,
pero con cada intento se daba cuenta que eso sería imposible.
Al volver vio a Bautista contemplando con asombro un gran
Arco Iris que cruzaba el cielo de punta a punta.
Y en ese momento una idea cruzo por su cabeza, así que
volvió sobre sus pasos corriendo y trastabillando.
-Y ahora qué es lo que quieres, le dijo Dios con un tono
que solo desprendía amor, compasión y ternura.
La muerte se le acerco y le susurro algo al oído.
-Eso sí!, concedido – exclamo Dios con una sonrisa.
Y cuenta la historia que, desde aquel día, y todos los días
al terminar su jornada de trabajo, la muerte pasa a buscar a Bautista y a otros
muchos niños y entre todos le regalan al mundo hermosos Arco Iris que ellos
mismos crean con todo su amor.
Así que ya saben, si miran al cielo y ven un Arco Iris, disfruten
de ese regalo lleno de amor de esos pequeñitos adorables.
Y con respecto a mí, Bautista ha dejado su eterno amor
dentro de mi alma, y hasta que la muerte venga a buscarme, contemplare
maravillado esos Arco Iris que de vez en cuando me regala, y especialmente hoy
que es su cumpleaños.
Feliz cumple hijo...
Te amo…mucho.
Papa