sábado, 28 de enero de 2017

Una vida en 8 años...


Se podría pensar que 8 años en el transcurso de una vida de 46 años no es un tiempo significativo, pero si se trata de compartir la vida de mi hijo en esos 8 años el tiempo toma otra dimensión.

Hemos hecho de esos años una experiencia inolvidable.

Bauti amó y fue amado con tal intensidad que hace que el tiempo sea solo una ilusión.

Conoció en esos 8 años el calor y el frio, el sol y la lluvia, la felicidad y la tristeza, la ilusión y el desencanto, la amistad, la compasión, el dolor, el miedo, el valor, tantas cosas que más de un adulto no vivió ni vivirá jamás, porque así era Bauti, un amor que cambio las vidas de la gente con las que se relacionó, y, en primer lugar, cambio mi vida definitivamente.

Le enseñamos a vivir, y con el inmenso amor que nos dejó en el alma, ahora él nos enseña a   vivir con su ausencia.

Disfrutó de la montaña, del mar, de la ciudad, del campo, y se maravilló con la nieve y con la inmensidad del mar.

Puedo encontrar el amor de esos 8 años en la memoria de mis pupilas al mirar el brillo de su mirada, en la memoria de mis manos al sentir la suavidad de sus caricias, en la memoria de mis labios al disfrutar de sus besos, en la memoria de mi cuerpo al contacto con sus abrazos, y en la memoria de mis latidos, que se quedaron marcando el ritmo de los suyos.

Prefiero haber vivido esos 8 años junto a mi hijo, que la eternidad sin él.

Así es, Bauti vivió una vida plena, y tan solo en 8 años.

 

Te amo…Mucho